VI

La grabación corría escuchándose silencio.

––¿Cómo lo lograste? ––Preguntó Gardner.

––No sé, sólo di play. Lo juro. ––Contestó Danna. ––¿No lo intentaste antes?

––Sí, muchas veces. No continuó y se bloqueaba la pantalla…

»Cada vez me convenzo más de que Mateus tiene relación con todo esto. Al menos con la muerte de los colegas. Es lunes veintitrés. Hace dos días extravié la Tascam y extrañamente hoy apareció en mi maleta. Sospecho que alguien escuchó la información y la devolvió a mi catre. No contiene otro mensaje o documento, está tal y como la dejé. Continuaré usándola como registro

–Detenla por favor. 

Danna pulsó pause. Gardner estaba en shock. La grabadora se había perdido justo en la fecha que él la encontró. Sus ojos desorbitados asustaron a Danna, quien se contuvo de expresarlo debido a su curiosidad mayor acerca del contenido de la Tascam. Hamilton observaba la escena como un detective, manteniendo la mente fría, tratando de discernir la realidad de las posibilidades imaginarias. Ninguno entendía cómo la grabadora podría haber estado en manos de ambos, el médico grabando en el Congo y Gardner escuchando el inicio del documento desde una habitación en Angola. Algo estaba claro, ya habían transcurrido algunos días a partir del cruce de caminos entre el antropólogo y el muchacho de color, quien llevaba en mano una rara maquinaria, con la capacidad para romper las leyes físicas, estando en dos lugares al mismo tiempo. Sin buscarlo eran fichas en un juego del sin sentido. Gardner volvió en sí, debían continuar.

––Son las cinco, ya casi amanece. ¿Aún dura mucho?

––No––. Dijo Danna ––Quedan dos horas de registro. Si no se desbloquea algo más.

––Llegaremos hasta el final. ––Dijo Hamilton. ––Si es real arriesgaré mi trabajo por ayudar. No podemos quedarnos de brazos cruzados.

––Escuchémosla y decidamos. ––Contestó Gardner.

Danna buscó el último reporte, y siguieron escuchando al no hallar alguna pista durante el silencio.

»Los colegas que partieron al exterior en busca de ayuda no han vuelto y tememos lo peor. Todos los enfermos han fallecido, los cuerpos fueron incinerados. No hay rastros de Malatmut, únicamente las muestras del laboratorio. Wantararía, el intérprete, hizo lo posible para extraer información a los últimos pacientes sobre lo sucedido, pero murieron tan confusos como nosotros lo estamos. Solos aquí, en medio de la jungla. Al parecer ni Mateus lo esperaba.

»Durante el fin de semana comencé a tomar relajantes musculares y sedantes para calmar la angustia. Ahora podemos dormir tiempo extra pero es imposible descansar. Las pesadillas se sobreponen al sedante. Hoy desperté ahogando un grito, empapado de sudor frío por un mal sueño. Cuerpos emergiendo del río, dónde hallé las ruinas. La piel cae de sus rostros, lo restos descompuestos nos persiguen. Y… ese aroma a pantano, no, como a pescado y ciénaga mezclados. Parece voodoo muy oscuro del África antigua, no es algo normal. Sin ser creyente podría afirmar que se trata de magia negra. Mi postura científica me obliga a buscar pruebas. El rastro del virus desapareció con los pacientes, sin dejar rastro. Esperaremos el regreso del grupo de exploración.

»Necesito hablar con mi familia, no tener noticias comienza a enloquecerme. La noción del tiempo es otra situación desquiciante. La falta de luz diurna genera una noche eterna donde reloj y calendario marcan horas y fechas simbólicas. Sin ocupaciones el tiempo transcurre diferente, moviéndose lento es como si no existiera. Quizá una cuenta regresiva hasta agotarse las reservas nos devuelve a la realidad. Siendo pocos nos durarán un par de semanas. No entendemos la razón de que no se abra el cielo; y el calor ha disminuido. Debemos salir de aquí pronto y sin bajas.

»Según mi seguimiento del tiempo hoy es domingo veintinueve de noviembre, es decir una semana confinados al campamento. Tomé algo de morfina del laboratorio, las pastillas ya no ayudan con el sueño. Linda también me pidió un poco. Es difícil resistirse a ella, es hermosa. Sus ojos verdes me recuerdan la oscuridad y la espesura del exterior, el color de la jungla que nos rodea. Me envuelve con su aroma. Más de uno la notamos, sin embargo ella sólo habla conmigo abiertamente.

»Hace unas horas desapareció la doctora Baum aumentando la tensión, no confiamos en los demás. Todos pueden ser espías o terroristas. Cualquiera desequilibraría el orden establecido de la civilización si comete una estupidez. No confío en Mateus, pero nuestra única salida es trabajar juntos. La verdad saldrá de la caverna a la luz.

»Seguimos sin saber el paradero de la doctora y desaparecieron cuatro colegas, dos en la zona de cuarentena, lo cual nos hace pensar que también desaparecieron ahí los otros. Nos atrincheramos en las áreas interiores, y subimos reservas de alimentos y medicamentos a la torre de comunicación.

»Se me dificulta buscar un lapso para grabar sin interrupciones. El generador está afuera y ya falló, era cuestión de tiempo. Quedamos once, alguien o algo nos sitió. Tenemos como energía: las linternas, la luz de los móviles y el fuego del laboratorio y la cocina.

»Wantararía, en un ataque de histeria, salió para conseguir ayuda. Intentamos detenerlo y se opuso a toda costa con una enorme navaja de cacería. Ahora somos diez.

»Algo afecta los relojes, todos marcan distintas horas, es una locura. No sabemos la fecha, ni la hora… no sabemos nada… Algo peor que el Malatmut infecta esta parte del planeta…

»Debo ahorrar energía de la Tascam para continuar narrando. No volverá la electricidad y seguro no saldremos vivos de aquí. El cielo continúa nublado y relampagueante, sin llover. Una espesa neblina se ha formado en la lejanía de la jungla.

Gardner, Hamilton y Danna escucharon gritos, golpes, movimiento y hasta la detonación de un disparo. Pasos erráticos a través de algún corredor metálico y un estruendoso portazo. Los estremeció el vértigo de la incertidumbre. La grabación se detuvo. Volvieron a oír la voz del médico. 

»Estamos siendo invadidos por seres que no se muestran, entraron a la planta baja. Encontré una pistola y balas dentro del almacén. Pude protegerme logrando llegar hasta la torre de comunicación, donde Mateus se refugiaba esperándome con un rifle. Nos apuntamos. En un instante de distracción Linda salió tras él paralizándolo de un golpe en la nuca con un bloque de madera. Fue una suerte, le debo la vida. Ya revisé el lugar, llegamos sólo nosotros tres, no hay ruido de sobrevivientes afuera. Aseguramos las puertas y ventanas. Él despertará en cualquier momento.

»Mateus, si así te llamas, dime, ¿por qué me sigues? ¿Qué estás haciendo en este campamento si no eres un médico especialista? Más de una vez pude notar tus argumentos falsos en cuanto a la investigación. Se escuchó la voz grave, con un peculiar acento siseante al hablar, de quien se hacía llamar Mateus.

» –No.

» –Habla o te mataré.

» –No te diré mi nombre. Trabajo para la corona, mi misión es detener a Baum. Es una peligrosa terrorista, se infiltró en este campamento buscando obtener el virus. La he seguido desde medio oriente. Ha sido difícil y desapareció justo cuando estuve a punto de descubrir sus verdaderas intenciones, ¿no te parece extraño? Te investigué también por sospechas de una relación con ella, pero no sabes una mierda. ¡Libérame, debemos salir de aquí!

» –No sé si creerte. Te dejaré atado para evitarme problemas.

Gardner, Hamilton y su hija escucharon un gemido, como si el médico amordazara a su prisionero.

»Debemos encontrar una manera de salir de aquí.

»Él cortó la soga sin que me diera cuenta y huyó. Aprovechó el momento en que Linda dormía y me atacó con una jeringa de morfina en el cuello. Bajé la guardia, soy un imbécil. Cuando Linda se incorporó Mateus ya había huido llevándose las armas. Ella cerró bien cualquier contacto con el exterior para esperar a que yo despertara.

»Recuperé el conocimiento. Ella, lloraba invadida por la histeria, me abrazó y sus lágrimas mojaron mi hombro. La dejé desahogarse, le recordé que debíamos hacer silencio, cuidar luz y ruido que nos delaten. La misión de aquel espía es atrapar a Baum. No representamos un enemigo, por eso nos dejó vivos. Es un idiota, debimos unir fuerzas.

»Nos aseguramos de bloquear bien todas las posibles entradas y salidas. Linda me ofreció un brebaje traído desde Sudamérica, se lo dio su chamán. Nos ayudará a sobrellevar la muerte si no sobrevivimos, dice, no sé si confiar en ella, es lo único que me queda. Ya no hay morfina y lo beberemos juntos. Espero no sea veneno.

»No me siento orgulloso de lo sucedido, ni siquiera lo entiendo bien. Desperté con la sensación de haber dormido profundo, sin ningún problema en especial, olvidando el dolor, el placer, mi pasado y presente. Sólo brotó el instinto… Primero nos hizo sentir ganas de salir a explorar. Llenamos una mochila con provisiones, medicamentos, linternas y armas improvisadas: cuchillos, jeringas, bisturís. Recordé el cargador externo de mi celular adaptándolo para recargar la Tascam. Todo iba perfecto, el efecto de la sustancia nos dio ganas de vivir… y… no pudimos resistir la euforia. No salimos, nos besamos olvidando el peligroso exterior. Es borroso y confuso recordar, pero sé que tuvimos sexo. Tengo recuerdos, su aroma en el cuerpo. Fue una estupidez, arriesgarnos de esa manera. Perder la noción del peligro. Desperté desnudo, ella me esperaba ya vestida, alistándose para salir. Ambos pensamos que nuestro subconsciente externó la necesidad física ante la posibilidad de morir y nunca volver a hacerlo. Le pedí un momento en privado para grabar este reporte. La educación católica recibida en mi infancia me remuerde al fallarle a mi matrimonio. No confío del todo en Natally. Podría estar aprovechando mi ausencia también, ella no piensa lo mismo en cuanto a las relaciones. Perdón amor, por desconfiar de ti. Les fallé. En todos los sentidos. Quisiera verlas, las extraño muchísimo. Sonja, amor… les fallé…

 

Texto: Asterión

 

Ilustración: Fernando Cano Miranda

 

Corrección de Estilo: Alan Malváez


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