In memoriam

H.P.  Lovecraft 

 

I

 

El pronóstico del clima falló. En televisión anunciaron una tarde despejada con sesenta y ocho grados Fahrenheit. A pesar del otoño ya avanzado, lo impredecible se hizo presente, después de las siete comenzó a llover sin tregua. El doctor Hamilton tenía planeado regresar a casa para programar actualizaciones en los exámenes de sus estudiantes, pero debido al mal tiempo optó por quedarse a trabajar en el cubículo. Cerca de la media noche sonó su celular. Era Gardner, excompañero del colegio militar, que llegaba de una expedición en África y tenía urgencia en verlo de inmediato. Hamilton le pidió recogerlo en la universidad.

          Gardner no tardó demasiado, pero fue suficiente tiempo para concluir el trabajo. El doctor tomó el paraguas, cerró bien la puerta de su cubículo y se encaminó al estacionamiento. Su camarada lo esperaba en una Hummer nacarada último modelo. Al subir le dio un caluroso abrazo como saludo y le ofreció llevarlo a casa, una vez ahí hablarían del asunto por el cual se habían encontrado. Cruzaron San Francisco charlando acerca de sus familias y los viejos tiempos. Veinte minutos antes de las dos, llegaron a su destino. Tras estacionar la camioneta fuera del garaje entraron a la casa resguardándose de la intensa lluvia.
          ––¡Qué extraña tormenta! Es rarísima en esta época del año… ––dijo Hamilton quitándose el abrigo mojado––. ¿Te ofrezco café, Johnny?
          ––Por favor y un poco de agua también––. Hamilton entró en la cocina a encender la cafetera y volvió con un vaso de vidrio para Gardner. Ambos se sentaron en los sofás de la sala mirándose de frente.
          ––Ahora cuéntame, ¿qué te trajo?
Gardner bebió la mitad del agua y respondió.
          ––Una grabadora que encontré en mi viaje a Angola. Me pareció extraño, este modelo es reciente y la posibilidad de hallar uno así en África, o al menos en la zona donde la encontré, es prácticamente nula. Por la calle, un muchacho la llevaba en la mano para venderla, lo alcancé antes de llegar al mercado y le ofrecí una buena cantidad. Me costó mucho comprenderlo debido al idioma, me dijo que la había encontrado en la playa, no sabía cómo hacerla funcionar y por eso la vendería. Llegando al hotel intenté revisar la grabación, el acceso tiene una especie de bloqueo. Sólo pude escuchar la mitad, aún no consigo escuchar el resto––. Johnny Gardner extrajo de su saco una grabadora Tascam color negro y la dejó sobre la mesa. Hamilton asintió.
          ––Esas grabadoras son caras, además está casi nueva.
          ––Así es. ––Gardner tomó el dispositivo para observarlo de cerca––. Y eso no es todo. El contenido es la razón por la que te vine a ver a ti y no a otra persona. Como te dije, sólo pude desbloquear la primera parte, pero fue suficiente para helarme los nervios.
          Inició la grabación colocando la Tascam de nuevo sobre la mesa. Escucharon una pieza de Beethoven, el primer movimiento de Moonlight y al terminar la música un chasquido, algunos ruidos y la voz de un varón joven.
          »Prueba de audio…
          »El regalo de despedida de Natally resultó ser una grabadora digital que también usaré para documentar la misión. Funciona muy bien. Gracias amor… Hoy es el día uno, sábado diecisiete de octubre de dos mil veinte. Mi nombre es Julián Arturo Villalobos Arreola, médico cirujano con especialidades en enfermedades infecciosas y medicina interna. Son, veamos, exactamente las cero horas con cuarenta minutos, tiempo de España. El vuelo hizo escala sin retrasos en el aeropuerto de Madrid. En un par de horas volveremos a despegar rumbo a Berlín. Mientras espero revisaré mis pendientes y comeré algo, no quiero dormir hasta saber que seguimos en camino. Te amo Natally, besos para ti, para Sonja, Mister Ears y Faffy; espero volver a verlas pronto. Muchos besos para mi Sonja. Las amo.
          »La salida a Berlín se retrasó cuatro horas debido a las inspecciones por el covid-19, aún no despegamos. La conferencia será por la noche. Necesito descansar, aguarda otro largo viaje.
          »Parece antes de mediodía llegando a Alemania, debo ajustar mis horarios. Me dirigiré en taxi al hotel, comeré algo y descansaré antes de asistir a la conferencia.
          »(Sonido lejano del tránsito de autos). Han pasado aproximadamente tres días desde mi salida de Washington. La conferencia fue lo esperado, parloteo sobre la guerra bacteriológica y el conflicto internacional con la pandemia que brotó este año. Que si la relación con respecto a la medicina se desestabilizará por las decisiones del gobierno en Estados Unidos y algunos otros tópicos irrelevantes para la misión. Ocultan sus intereses políticos detrás de estas crisis. Mi trabajo es salvar vidas y me limitaré a sólo hacer eso. Grabé toda la conferencia con el móvil por si sirve de algo. Mañana el equipo médico recibirá la primera capacitación acerca del nuevo virus. Dos noches aquí y el martes saldrá el vuelo hacia África. Las próximas capacitaciones serán sobre la marcha. No podemos perder tiempo.

»Lunes diecinueve de octubre. Finalmente nos han revelado el misterio, o el inicio del misterio. El virus es llamado Malatmut, algo así como la muerte que despelleja. Un lindo nombre, inspira terror en el corazón del viejo continente. Es nuestra responsabilidad salvar todas las vidas posibles, aislar el virus y erradicarlo de la faz de la tierra. La amenaza no es otra pandemia en sí, sino que podría caer en manos equivocadas y hacer realidad la pesadilla de todos, más armas para la guerra epidémica… Abordé un taxi en la glorieta de la Goldelse. De regreso al hotel investigaré acerca de este nuevo asesino microscópico, después descansaré bien, será un largo vuelo hasta el Congo.

 

Texto por: Asterión

 

Ilustración: Fernando Cano Miranda

 

                                                                Corrección de estilo: Alan Malváez

 

 

 

No te pierdas la publicación del capítulo final en Noviembre de 2020

 


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