Miro a través de la ventana e imagino la lluvia llevándose las calles, derrumbando horribles edificios, despintando las fachadas cubiertas por el mal gusto. Devolviéndonos aquellas casonas que hoy albergan estacionamientos y baldíos. Con el viento, se va la corrupción, que se respira en la contaminación del aire; y los prejuicios, que pesan sobre los hombros de todos los que vivimos y nacimos en esta ciudad.

Se cierra el cielo y caen las primeras gotas de lluvia. Los toluqueños apresuran el paso por las calles del centro para llegar a algún sitio que los proteja de la premura del aguacero. Se vacían las calles. Pareciera que la lluvia se asume como si trajera consigo cierto temor.

Me parece curioso que huyamos siempre de la lluvia. Que insistamos  en evadir una constante tan común y cotidiana. Tan natural y fundamental de la naturaleza misma del lugar en el que residimos. Me pregunto si nuestro afán de rechazarla no será sólo el reflejo de la forma en la que nos afrontamos a nosotros. Es decir, negando aquello que nos conforma. Resguardándonos bajo cualquier oportunidad que se nos presente, sin detenernos antes a pensarla.

Me pregunto también si esto no se traspola a la forma en la que afrontamos los problemas que a esta ciudad conciernen. Problemas que se asemejan a la lluvia. Solo por su cotidiana presencia. Ante la cual decidimos cegarnos y fingir sorpresa y rechazo, a pesar de que seamos conscientes de que vendrá.

Pienso que en el momento en el que nos atrevamos a disfrutar de esta lluvia. Cuando reconozcamos su parte fundamental en nuestro carácter y la asumamos como parte conformante de nuestra circunstancia. Cuando dejemos de desear que ella cese, podríamos tal vez, encontrar algo que nos permita identificar un principio en nosotros, un punto de partida para analizar nuestra circunstancia. La lluvia, más que una amenaza, podría ser apertura para pensar todo aquello que de este contexto nos parece abrumador. Porque negamos sus principios y los nuestros. El reconocimiento de ella y, por lo tanto de nosotros, podría ser un fundamento en el cual cimentar aquello que quisiéramos que cambiara en esta ciudad.


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