El Museo de las relaciones rotas. ¡Muere Cupido, hasta que madures!

Si no has escuchado de él, sí, es de verdad. No solo existe, ya ha visitado México. Además, ha estado ya en el MODO de CDMX y también puedes contribuir con él. El único requisito es ser algo fetichista y haber tenido el corazón -más o menos- molido. 

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A pesar de todo, su extravagancia es relativa. Sin salir de México, en Puebla existe un Museo del Títere, en la Ciudad de México un Museo del Enervante y, en Querétaro un Museo de la Muerte. Sin embargo, puede que no haya nada más manipulable, un espíritu más enajenable y ningún ente más letal y mortal que un corazón enamorado. Por logística pura y dura, El Museo de las Relaciones Rotas no itinera -al menos de forma deliberada-, con gente que ha sufrido una separación amorosa importante. Sin embargo, está lleno de fragmentos de sus memorias.

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Como metáfora de su existencia, el Museo de las Relaciones Rotas nació del trance de una ruptura amorosa. Olinka Vištica y Dražen Grubišić, una pareja de artistas croatas, terminaron su relación de cuatro años en algún momento a inicio de los 2000’s, sin saber qué destino dar a todos los objetos de los que se habían hecho durante el tiempo de su romance.

 

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Su resolución fue montar una exposición en Zagreb. En esta ciudad montaron parte del atrezo más significativo de su vida en pareja y la de sus conocidos; así como el de algunos entusiastas desconocidos y descorazonados que hicieron las primeras donaciones a la colección. El resultado final fue el primer museo privado en la capital de Croacia. En la actualidad, es prácticamente una pequeña franquicia: el museo principal, presente desde 2010 en Zagreb, una filial en Hollywood (¡claro que sí!) California y un próximo en Estambul. Igual de importante es la serie de exposiciones itinerantes que desde 2006 han visitado ya un par de decenas de ciudades alrededor del mundo.

 

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Me asomé por los cadáveres, pero me quedé por los fantasmas

 

 

Básicamente, el acervo y la colección están nutridas por objetos simbólicos, mementos relevantes de las relaciones de las personas que los han donado. Los objetos expuestos pueden parecer anodinos o incluso vulgares: un cerdito de goma, un hacha, una rasta cortada, un dildo usado y hasta una costra de 27 años de edad. Pero para el amor que todo lo puede -y cuando no, al menos nos puede mucho-, en este museo de los corazones rotos, lo frívolo se vuelve brutal. La exposición es escrupulosa y los objetos llevan singulares cédulas. En este gabinete, la explicación que contienen es la que conjura las historias de los antiguos enamorados que les dieron vida.

La costra millenial, por ejemplo, proviene del malherido brazo del enamorado de una joven bióloga austriaca. Después de que su novio se accidentara en motocicleta, decidió guardar el pedazo como un morcillesco recordatorio de la fragilidad de la vida de su amado. Le recordaba el temor que le daba perderlo, pero como científica en ciernes, salvaba la alternativa de poder clonarlo si un día llegaba a faltar.

Hay también, sobre una hoja arrancada de un libro, un dibujo rápido que representa a una pareja y lleva un mensaje de buenos deseos. El dibujo fue hecho por un desconocido en el metro de Helsinki que, al contemplarlos con ilusión, decidió retratarlos y entregarles el dibujo. El joven de esta historia estaba en el peor momento de su vida: con una empresa quebrada, lleno de deudas y cubriendo dos trabajos miserables para tratar de salir a flote. Con todo, había conocido a su amor en una fiesta de San Valentín, quien no había prestado importancia a su precariedad y estaba locamente enamorada de él.

«Ella era mi alma gemela, mi mejor amiga, mi amante y el amor de mi vida. Fue por eso que rompí con ella».

La joven había sido aceptada en una buena universidad en el extranjero, pero ella quería dejar pasar la oportunidad para poder quedarse a su lado. El chico finés, que no quería robarle esa gran oportunidad y ante los empeños de ella para quedarse con él, rompió con ella. La desgracia no termina aquí, pero mejor visita la entrada si quieres conocer el resto.

Cuando ser benefactor cultural es un asunto melancólico

El Museo de las Relaciones Rotas, además de ser un espacio físico, es galería virtual. Por si fuera poco, ofrece la opción de contribuir en más de una forma con el proyecto y su colección. Una de las formas es  mandar tus implacables mementos y sus propias historias macabras a su colección en York, Reino Unido, o a la matriz misma de Zagreb.

Pero si no le quieres dar la oportunidad a los despojos de tus romances para que lleguen más lejos que tus relaciones, puedes apoyar de otras maneras. En la Colección Digital de las Separaciones puedes mandar los escombros digitales de tus relaciones fallidas y de tus rompimientos exitosos: fotografías, videos, conversaciones de texto, textos, audios.

Además, en el sitio tienen un Mapa mundial interactivo que puedes alimentar con las coordenadas y las historias de dónde la hierba nunca volverá a crecer sana. Si te ayuda a tomar valor, el mapa ya tiene varios pines de México.

 

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