Cuarentena la novela:

Capítulo I: Génesis

Ese día me había despertado en punto de las seis am; Mel me había dicho que las clases en su escuela se habían cancelado; la televisión anunciaba las medidas que la OMS hacía para poder contener el reciente brote de COVID-19. Le había dicho a Mel que todo esto parecía ser una estratagema implementada por las potencias mundiales; era obvio que el precio de los combustibles, a causa del obligado  encierro, se desplomarían, lo cual resultaría en un gran golpe a la bolsa.

Sucede siempre, alguien lanza la alerta de un virus que pone en riesgo a la humanidad y, lo que resulta bastante curioso, es que ese mismo país en donde surgió todo, resulta ser el primero en crear una vacuna; ¿acaso no es sorprendente? Qué tiene de raro que el Coronavirus se haya originado en China y allí mismo se haya encontrado su cura. Si lo vemos así, fue un gran golpe a uno de los monstruos capitalistas más importantes. Pero, ¿qué sucede con México y otros países? Simple, daños colaterales.

Sembrar el pánico siempre ha funcionado, es la mejor arma de control, sucedió con el SARS, la Influenza, la Fiebre Amarilla, etcétera. La verdad es que yo presto poca atención a esto, sé que así como llegó, pasará. Mientras tanto, uno no tiene a donde ir, la gente no quiere salir, el transporte escasea, las exposiciones, festivales, conciertos, todo se cancela. En la calle todos se alejan unos de otros porque piensan que tienes roña o lepra.

«¡Cuarentena! Así han llamado a este tipo de control»

Mel no ha querido salir; para ella este virus es más que real; se ha puesto, incluso estando dentro de casa, guantes de látex y cubrebocas; le he hecho saber que es una exageración, que incluso esos virus podrían pasar libremente por el cubrebocas. Ella me ha observado con un gesto de enojo y ha optado por apagar las luces y recluirse aún más dentro de la habitación.

-Sabes que tarde o temprano debemos que salir a hacer las compras -le he dicho.

-Podemos sobrevivir con las semillas, avena, linaza y granos que tenemos en la despensa -respondió categóricamente.

Las noticias informan cada minuto sobre un nuevo caso encontrado en el mundo. Incluso en las regiones más desconocidas de África se habla de infectados. Todo parece apuntar que la propagación está llegando a su punto culmen. El internet ha  ayudado a propagar la paranoia y el miedo; los influencer han dejado de salir a la calle, e incluso se habla de la muerte de Luisito Comunica y otros más. Chismes, pura jiribilla de la mala, diría yo. Hasta el momento ni Mel, ni yo, sabemos de alguien que esté contagiado.

Al paso que vamos el internet y el teléfono terminaran colapsando,

entonces sabremos más que lo que el radio y la televisión nos digan. Esta tarde he intentado comunicarme con mi padre y el teléfono estaba fuera del área de servicio. Los videos que rondan en la red nos muestran un panorama desolador: calles vacías, noches silenciosas, es como si este virus no sólo atacara nuestros cuerpos, sino también las macroestructuras.

Hoy pinta para ser una mañana fría; me asomo a la ventana que da directo a la calle; la calle se me revela solitaria y vacía; los árboles parecen ser mecidos por un ligero y soberbio soplo de viento que anuncia la tranquilidad enferma de una sociedad que sucumbe en la incertidumbre. He dicho en mis adentros: ¡Cuarentena!

 

 

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