al 2015
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Cerro de Coatepec, C.U. Toluca, Estado de MéxicoToluca

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De: Mariano Carrasco Maldonado


El arte contemporáneo es el reflejo de las formas de pensar de una sociedad, las obras realizadas en un espacio-tiempo precisos son el acto mismo de la cultura. La filosofía establece que no es posible salir del ámbito representacional y el más claro exponente de esta postura es el filósofo argelino-francés, Jacques Derridá (El-Biar, 1930-2004), no obstante partiendo de la afirmación de que una pieza, por ejemplo una pintura o una fotografía es autorreferencial ya que no representa nada sino que se presenta a sí misma. Esta discusión ha sido ampliamente abordada y descrita por el investigador y académico colombiano Álvaro Villalobos Herrera, en su libro “Cuerpo y arte contemporáneo en Colombia. Problemas políticos y sociales en teatro performance”. Para Villalobos, desde hace tiempo se registró en el arte la idea de que la representación tiende a ser desplazada y destruida por una forma de presentar la realidad, pues la creación artística no evoca ni hace referencia de una copia mimética del mundo físico, sino que da cuenta de una manera real de verlo y por tanto una creación del mismo.
El signo en el sentido de la comunicación constituye el vehículo de la representación de algo, una idea preconcebida, una situación, un ícono. En la producción artística los signos no constituyen una representación en sí, sino que se entrelazan para crear la realidad: una escultura o gesto performático instauran signos conforme ésta se va presentando de manera diacrónica. La deriva se presenta como una técnica de recogida de información para el estudio de la realidad. Su origen se asocia con la Internacional Situacionista ( Debord, 1958 ). La deriva es un tipo de acción que permite al participante captar el movimiento desde el movimiento. La deriva supone también una reflexión sobre las formas de ver y de experimentar la vida. Así, mediante la deriva, las acciones preformativas intentan escapan de la prisión de la representación y cada acción es guiada por los múltiples territorios siguiendo caminos inciertos.
Mediante la deriva, las acciones performativas se pueden mirar de una forma nueva y radical, Certeau (1999) consideraba que «el acto de caminar es al sistema urbano lo que el habla es al lenguaje». Y lo que la deriva pretende es recoger la multiplicidad de los «actos de habla» (Searle, 1980) de la ciudad para su posterior análisis. La característica principal de la deriva es que no se acota al campo de la representación. Sólo se escoge el entorno por el cual se va a derivar. Durante la deriva se decide realizar acciones performativas a modo de funcionar bajo ontologías del devenir. La deriva es igual de importante que la acción performativa dado que se pretenden reconocer e interpretar los espacios urbanos y sociales. Así pues, mediante la deriva y gracias al movimiento, el deambular, el traslado, se recopila información sobre los espacios. Cada pieza adopta el modo de actuar del del flâneur (Baudelaire, 1994; Benjamín, 1927), transformándose de paseante en «observador más directo e investigador de los significantes de la ciudad» (Frisby, 2007, p. 49). Frisby resalta el carácter productor de esta figura: «como observador urbano, el flâneur ‘va a hacer botánica al asfalto’, a recoger y registrar imágenes urbanas, interacciones y tipificaciones sociales» (p. 51).

En la deriva, la performance renuncia a la representación al desplazarse o actuar por los motivos habituales vinculados a los quehaceres diarios o de ocio, con el objetivo de, “dejarse llevar por las solicitaciones de los espacios y los encuentros que a ellos corresponden” (Debord, 1958). De alguna manera, la performance busca alienarse para poder observar con una mirada crítica. Mediante esta técnica se pretende captar la información que el espacio desprende, información que en una observación más focalizada podría pasar inadvertida. Lo fundamental es, como proponía Debord (1958), que mediante la deriva puedan observarse las situaciones significadas de una forma nueva, radical, realizándose una lectura de los espacios acorde con esa observación. La deriva, según Vivas, Pellicer y López (2008, pp. 132-133), «como técnica y en lo que implica a nivel epistemológico, [supone] la renuncia a una mirada totalizadora y genérica sobre el espacio, para detenerse en la importancia que las prácticas sociales efímeras, invisibles e insignificantes puedan tener para la comprensión [de este espacio]».
La técnica de la deriva es sustancialmente distinta a la fliâneurie de Baudelaire, tanto en la forma como en su objetivo y en la actitud y propósito del ‘investigador’, aunque comparte con ella el interés por cualquier tipo de espacio significado (el enigma que hay que descifrar), la producción de lecturas de la ciudad, y el dejarse abstraer por las solicitudes del territorio. La deriva va más allá del paseo, del deambular, diferenciándose cualitativamente de ellos porque apunta al reconocimiento de ciertos efectos del mismo sujeto (Perinola, 1972).

Mariano Carrasco Maldonado// Jessica Andrea Herrera Diaz.


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